Positividad dentro de la realidad.

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Han sido múltiples los autores que han hablado de las emociones a lo largo de la historia. Todos ellos tenían algo en común: hay cierto número de emociones básicas en el ser humano, aunque eran incapaces de ponerse de acuerdo en cuales eran, algunos hablaban de seis, otros de siete, otros de cuatro... Actualmente, el número de emociones básicas más aceptado es 6: alegría, tristeza, ira o enfado, asco, miedo y sorpresa.


Todas estas emociones tienen en común que son reacciones universales e innatas, subjetivas, que generan una activación fisiológica en el individuo y son adaptativas para el ser humano. Cada una de estas emociones nos prepara para la supervivencia, es por ello que es necesario experimentar todas y cada una de ellas. El miedo nos prepara para la huida si fuese necesario, el asco nos avisa para que no ingiramos alimentos que pueden estar en mal estado, por ejemplo, la ira nos prepara para defendernos en caso de ataque, y así con todas. Asumir que todas son necesarias es fundamental para tener una relación sana con nuestras emociones. 


Hay una tendencia bastante frecuente, asociada al estigma del que hablábamos en el anterior artículo, a acentuar y promover la experiencia de las emociones positivas y criminalizar, intentar eliminar o banalizar la experiencia de las que nos producen malestar. Muestra de ello son frases como “deja de darle vueltas a todo y sonríe”, “todo cambia con una sonrisa”, “la actitud lo cambia todo”, etc. Aunque es cierto que estas frases son útiles en ciertos momentos para aumentar la motivación e intentar inducir emociones positivas en los demás y en nosotros mismos, un exceso de estos mensajes o utilizarlos en momentos inadecuados puede generar el efecto contrario. 


Considerar que todo depende de nuestra actitud, que no hay más variables que influyan en nuestra vida y en lo que nos ocurre que las personales, y que, en resumen, todo está bajo nuestro control, puede llevarnos a alejarnos de la realidad y a adoptar una visión optimista irreal. 


Habrá personas que, ya sea por su personalidad, las circunstancias que se estén dando en su vida en ese momento o su forma de pensar y de entender el mundo, por ejemplo, nunca logren alcanzar ese estado de “felicidad” u optimismo que estos mensajes transmiten y esto conlleva a que se sientan frustradas o presionadas para lograr esos estados emocionales permanentes e idílicos.


Además, otro inconveniente de intentar eliminar o no experimentar algunas emociones es que “tapar” o “maquillar” la experiencia de una emoción considerada negativa, como puede ser la tristeza, hace que adquiramos un papel pasivo ante ella, que la ignoremos, lo que no nos permitirá indagar en ella y poder conocer la causa de esta y cómo afrontarla.  


 Todo esto no quiere decir que debamos dejar de lado las emociones positivas, al contrario, está bien animarse a uno mismo cada día y hay que intentar mantener una buena actitud, pero también hay que entender que no todos los días nos levantamos con ganas de comernos el mundo, ni con una gran sonrisa, ni siendo la mejor versión de nosotros mismos, y es normal, y no hay que culparse por ello. 


Aunque es cierto, y esto es algo fundamental a tener en cuenta, que cuando estos días se convierten en nuestra rutina y cuando las emociones negativas nos invaden, empiezan a impedir nuestra vida diaria y a causarnos malestar excesivo, acudir a un profesional será siempre la mejor opción. 



Estela Navas Candeleda



Graduada en Psicología


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