Día Internacional de la Educación

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La educación es un derecho, reflejado en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Además, forma parte de la Agenda 2030 como uno de los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible: El Objetivo número 4 persigue “garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos” para el año 2030.




Tal como se expone en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la educación “tiene por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana”, ofreciendo a los niños y las niñas una oportunidad de salir de la pobreza y un futuro más próspero. Sin embargo, los datos de ONU siguen mostrando grandes desigualdades: 258 millones de niños y jóvenes siguen sin estar escolarizados, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni tienen los conocimientos básicos de matemáticas; menos del 40 % de las niñas del África Subsahariana completan los estudios de secundaria de ciclo inferior y unos 4 millones de niños y jóvenes refugiados no pueden asistir a la escuela.







Es importante saber que la educación ocupa más espacios de los que creemos: no solo se sitúa en la escuela y la familia (educación formal), también podemos ser educados en instituciones, asociaciones, clubs… Lo que se denomina educación NO formal. Tampoco somos educados únicamente en la etapa escolar, sino que la educación está presente a lo largo de toda nuestra vida. Sin embargo, el hecho educativo no se da tan sólo presenciando a una persona hablando y explicando un tema determinado, sino que deben darse una serie de características cruciales: debe ser consciente, intencional y voluntaria. Deseamos la información que recibimos y nos influye en nuestro entorno. Es necesario destacar que la educación no es individual, sino grupal. Crecemos (y por tanto nos educamos) en grupo: la familia, el grupo de amigos/ compañeros… Sin este contexto grupal, la educación es imposible, véase el caso de Víctor Aveyron, un niño salvaje que fue hallado en los bosques de Caune, en la región francesa de Aveyron en enero de 1800. Muchos expertos llegaron a la conclusión de que "el salvaje de Aveyron" no era más que un deficiente mental incurable. Pero un joven médico recién doctorado, Jean Marc Gaspard Itard, propuso la elaboración y ejecución de un programa de tratamiento y educación del niño. A pesar de los intentos de Itard, no hubo posibilidad de recibir influencia educativa, debido a la falta de contacto social desde la infancia. 




Noelia Barrera Crespo




Graduada en Trabajo Social



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