Los insectos constituyen el grupo de mayor diversidad de todos los organismos vivos en el planeta; según datos de la UICN, superan el millón de especies conocidas (lo que supone cerca del 60% de todos los seres vivos). En España se calcula que existen cerca de más de 45.000 especies de insectos. Su función es más que indispensable para garantizar el buen funcionamiento de los ecosistemas, ya que se distribuyen por cada rincón de la Tierra. Se sabe que el 75% de los más de cien principales cultivos agrícolas del mundo dependen en mayor o menor medida de los insectos, puesto que la polinización se realiza gracias a ellos, además de algunos otros animales polinizadores como ciertos tipos de aves (por ejemplo, el colibrí).
Los cultivos que proceden de cultivos polinizados por insectos son ricos en vitaminas, minerales y antioxidantes. De esta manera, a través de los alimentos producidos, los insectos polinizadores tienen una importancia vital para la nutrición y la salud humana. Estudios han demostrado que los insectos polinizadores mejoran la cantidad y la calidad de las cosechas. Ello conlleva que la polinización entomófila (por medio de insectos) aporte a nivel global un gran beneficio económico para el mercado agrícola (se habla de más de 150.000 millones de dólares americanos).
Gracias a la polinización de insectos es posible que las especies de plantas se reproduzcan. Esto es así ya que permiten transportar el polen, a menudo pegajoso, que se les adhiere a las partes de su cuerpo (como patas y pelos) al obtener el néctar de las flores, posibilitando entonces la dispersión de las esporas de las especies botánicas, crear nueva vegetación y, de esta manera, crear nuevos sumideros de carbono y fuente de oxígeno para todos los seres vivos. Muchas flores han evolucionado con insectos, y muchas plantas dependen de insectos polinizadores, como manzanos, perales, ciruelos, cerezos, cítricos, nogales, almendros, hortalizas (como la cebolla y la zanahoria), frutillas y bayas (como el melón y el pepino), tabaco, tréboles y diferentes flores. La polinización es la función más importante de la naturaleza por parte de millones de insectos que permite la subsistencia de todas las especies, incluida la especie humana.
Tienen un papel fundamental y clave en los procesos de fragmentación de la cobertura vegetal (evitan que se reduzcan las extensas áreas vegetales), en los ciclos de nutrientes (el llamado “reciclaje ecológico” de los ecosistemas) y en la dieta de otros organismos consumidores. La cadena trófica comienza por ellos. Muchos insectos favorecen el mantenimiento del suelo, ya que lo airean mediante galerías, y sus excreciones y restos lo enriquecen para las pantas. Otros insectos destruyen malezas (plantas no autóctonas introducidas que se desarrollan sin control) y son los principales responsables de la descomposición de todos los restos orgánicos que caen al suelo. Hay insectos depredadores cuya importancia reside en terminar con insectos que causan plagas, acabando en primer lugar con la disminución de los cultivos agrícolas, y en segundo lugar con problemas relacionados con enfermedades en los humanos. Asimismo, los insectos ofrecen miel, cera, barnices, tintes y seda, pudiendo llegar a convertirse, mediante ingeniería genética, en elementos útiles para la industria médica, farmacéutica o textil.
Las subidas de temperatura global “engañan” a los insectos, haciendo que en la época fría gasten la energía que necesitan en las épocas de primavera. Se les considera, por tanto, una herramienta útil para evaluar el impacto del cambio climático en los ecosistemas. Son magníficos sensores de alarma y excelentes bioindicadores del estado de salud ambiental de cada ecosistema ya que, al ser tan sensibles a las variables meteorológicas, a los cambios de uso del suelo y a la irrupción de especies invasoras, el estudio de su seguimiento y monitorización permite a los científicos determinar cómo afecta el cambio climático a los distintos ecosistemas y al ciclo biológico de los insectos, así como obtener los datos necesarios para desarrollar distintos modelos de seguimiento ecológico de cada hábitat.
Óscar Almeida Sánchez
Graduado en Ciencias Ambientales y Máster en Gestión Sostenible del Ambiente. Especializado en Entomología y en Nutrición y dietética deportiva.
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