Víctor Quirós es Licenciado en Medicina (Universidad de Salamanca). Máster en Salud Pública (Escuela Nacional de Sanidad / Instituto de Salud Carlos III). Se especializó en Medicina Preventiva y Salud Pública en el Complejo Asistencial Universitario de Salamanca y actualmente desempeña su labor en el Hospital Universitario 12 de Octubre, en Madrid. Además, es profesor de Epidemiología en CTO Medicina y miembro del grupo de investigación QASP, que estudia la calidad de vida y el envejecimiento en España, Portugal y Suecia.
Desde Historias Savia hemos tenido la oportunidad de hablar con él sobre la relación entre medio ambiente y salud y sobre cómo estrategias como Savia pueden influir en la calidad de vida de la ciudadanía.
+ Recientemente se hacía público un estudio bastante alarmante sobre la relación de la contaminación en las ciudades europeas y la mortalidad de sus habitantes, apareciendo ciudades españolas en este triste ranking. ¿Somos conscientes los ciudadanos de la incidencia de este tipo de factores en la salud? ¿Es realmente un factor tan determinante?
Si os parece, vamos de lo general a lo particular. Marc Lalonde, Ministro canadiense, propuso en 1974 un modelo en el que la salud depende de 4 grandes factores, que conocemos como determinantes de la salud, y son: biológicos o genéticos, ambientales, secundarios a hábitos de vida y dependientes del sistema de cuidados. En este modelo, la influencia del ambiente era de hasta un 20%. De manera gráfica, esto quiere decir que aunque cuidáramos mucho nuestra alimentación, hiciéramos deporte con frecuencia, nuestra genética no nos predispusiera a determinadas enfermedades y viviéramos en un lugar con un sistema sanitario de calidad, habría un 20% que se nos escaparía, porque depende del ambiente en que nos encontremos (la contaminación física, química, el entorno psicosocial y sociocultural, etc.).
Si nos centramos en la contaminación, se han descrito efectos a corto y a largo plazo sobre la salud de las personas. Los contaminantes del aire, como el material particulado, el ozono o el dióxido de nitrógeno, incrementan el riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, cardiacas, respiratorias, cáncer de pulmón… En total, se estima que causarían alrededor de 4 millones de muertes prematuras anuales en todo el mundo. Además, este efecto es especialmente acentuado en personas con otras patologías, edades extremas de la vida (niños y ancianos) y en personas con menores ingresos y mayor dificultad en el acceso a la atención sanitaria.
+ Muchas han sido las voces científicas que han puesto el foco en la destrucción de bosques y selvas. Hace unas semanas, María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS afirmaba que la pandemia es una prueba más de la peligrosa relación entre los virus y las presiones del ser humano al medio ambiente. ¿Cómo se explica esta relación entre la destrucción de los ecosistemas naturales y el surgimiento y la propagación de plagas?
Efectivamente, en esa entrevista se señalaba que el 70% de los últimos brotes epidémicos comenzaron con la deforestación. Más allá del titular y del porcentaje concreto (que desconozco), la deforestación supone una ruptura de la barrera ambiental, de manera que se altera y transforma el modo de vida de determinados animales que pueden transmitirnos enfermedades. Parece evidente que el ritmo de este salto entre especies, desde otros animales al ser humano, se ha acelerado en las últimas décadas, encontrando ejemplos previos a la pandemia actual, como el SARS-CoV, un coronavirus que causó la epidemia de Síndrome respiratorio agudo grave entre 2002 y 2004 y el MERS- CoV, que ocasionó en 2012 el Síndrome respiratorio de Oriente Medio, con una letalidad del 30% de las personas infectadas. Ambos tuvieron como huésped original al murciélago de herradura, y como intermediarios hasta llegar a los humanos a la civeta, en el caso del SARS-CoV, y al dromedario, para el MERS-CoV. Para el SARS-CoV-2, virus causante de la COVID-19, se continúa investigando, pero los últimos análisis parecen desestimar la hipótesis inicial sobre los pangolines.
Si ampliamos el foco y revisamos el impacto de la variación global del clima de la Tierra (el cambio climático), sobre la transmisión de enfermedades infecciosas, ya en el año 2005 grupos de investigación españoles señalaban que los cambios de temperatura, precipitaciones o humedad, favorecerían la llegada de vectores transmisores de importantes enfermedades, como el dengue, la encefalitis del Nilo occidental o la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo.
+ Salamanca se encuentra inmersa en la puesta en marcha de una ambiciosa estrategia de infraestructura verde. Desde tu punto de vista, como profesional de la salud, ¿cuáles son los principales aspectos en los que va a beneficiar este modelo de ciudad a la salud de sus habitantes?
En las zonas urbanas tenemos una exposición a niveles de contaminación mayores y estilos de vida que se asocian con menor actividad física y mayor uso del automóvil. Por tanto, a los numerosos problemas que ya hemos comentado, derivados de la contaminación atmosférica, sumamos, entre otros, los efectos del sedentarismo o los accidentes de tráfico. Los parques y espacios verdes tienen un impacto evidente sobre los contaminantes climáticos, mejorando la calidad del aire. Recientemente he leído un informe de la ONU en el que se aportaba evidencia respecto a las fuentes, estanques y lagos en zonas urbanas, que moderan los extremos de temperatura y permiten ahorrar energía. Además, todos ellos son lugares a los que acudir a pasear, correr o montar en bici. En definitiva, actividades preventivas muy recomendables si pensamos en evitar y controlar la obesidad, diabetes o hipertensión. Incluso, parece que estos entornos naturales, que favorecen la participación y el contacto entre habitantes de una misma ciudad, tienen efectos positivos sobre la salud mental.
+ Actividad física, espacios de relación, una ciudad pensada para las personas… ¿Cuál es la influencia de los entornos saludables en la salud y calidad de vida de la ciudadanía?
Para valorar el posible resultado de estas medidas sobre la calidad de vida, hay un concepto que es importante conocer, que es el de “envejecimiento activo”, que se define como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”. En el año 2017 investigamos, a través de una encuesta que respondieron más de 6.000 personas residentes en España, qué pilares del envejecimiento activo (salud, participación, seguridad y aprendizaje) influían más en la calidad de vida, medida a través del índice CASP-12. Vimos que la salud y la participación eran los dos ámbitos que, en nuestro estudio, más influían en “la percepción de los individuos acerca de su posición en la vida, en el contexto cultural y sistema de valores en el que viven y en relación con sus objetivos, expectativas, estándares e inquietudes”, que es como se define la calidad de vida. Por tanto, parece lógico pensar que, apostar por entornos saludables que repercuten en la salud y que aumentan la participación, mejorarán notablemente la calidad de vida.
+ Para terminar, ¿es el momento de una concepción más amplia de la salud bajo un enfoque colectivo, concibiéndolo como algo más que un sistema asistencial, creando entornos saludables que favorezca una vida, unos hábitos, un consumo, más saludables?
Tendremos que intentar algo que parece sencillo, pero que es complicadísimo, como poner en práctica la definición de salud de la OMS: un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Además, sin olvidarnos de que hay que garantizar la mejor atención cuando una persona enferma, tenemos que aumentar los esfuerzos en que la población no enferme. Esto, que en Medicina se conoce como prevención primaria, incluye, entre otras muchas estrategias, la promoción de estilos de vida saludables, las campañas de vacunación o el control de riesgos ambientales.
Comentarios