Los casos de ansiedad en España se han duplicado debido a la pandemia y al confinamiento. ¿Cómo podemos ayudar a alguien que padece un ataque de ansiedad?
Debido al COVID-19, el 65% de la población española tiene síntomas de ansiedad o cuadros depresivos, lo que supone un aumento de un 168,6% de los cuadros de ansiedad con respecto al último año. Por si fuera poco, el sector público de la psicología en España está desbordado. El número de pacientes aumenta de forma precipitada y los profesionales no dan a basto, lo que provoca que muchas personas no puedan tener acceso a tratamiento . Otra opción en nuestro país es acudir al sector privado, ya que muchos seguros médicos incluyen la asistencia psicológica pero, la gran mayoría de los que no poseen estos seguros, no pueden costear las tarifas de un psicólogo privado.
Eso ha provocado que aumente aún más el porcentaje de población con ansiedad, y la educación psicológica en nuestro país posee carencias que hacen que gran parte de los españoles no sepan como actuar frente a un ataque de ansiedad.
¿Cómo actuar para calmar un ataque de ansiedad?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que, si te encuentras con alguien que está sufriendo un ataque de ansiedad debes ser consciente de que el mayor problema de esa persona son sus propios pensamientos, y estos están manifestándose en síntomas físicos. Por ese motivo es conveniente recordarle que lo que le está pasando es únicamente un ataque de ansiedad, pero esto debe hacerse sin minimizar el problema que ha conducido al ataque, ya que, a pesar de que a ti pueda parecerte que carece de importancia, para una persona con ansiedad hasta el problema más ínfimo puede derivar en un ataque. Lo más importante es conseguir que la otra persona se relaje y sepa que todo va a salir bien, por lo que suele ser positivo alejar a la persona del lugar o la situación que le ha provocado este ataque.
Para ello, existen una serie de pautas que pueden seguirse para tranquilizar a una persona que esté padeciendo un ataque de ansiedad, pero hay que ser conscientes de que cada persona es un mundo, y por ello hay quienes prefieren hablar de aquello que le ha conducido al ataque y quienes tienden a aislarse y necesitan espacio para calmarle. Por ese motivo, tú has de ser su guía, pero no puedes imponerles nada, sino adaptarte a sus necesidades. Tu función es ayudarle a salir de ese estado, pero únicamente deben hacer cosas que ellos se vean capaces de hacer. Hay que mantener en todo momento una actitud de serenidad y calma, que se sientan en un lugar seguro y, sobre todo, que no se sientan juzgados.
En primer lugar debes conseguir que la persona controle su respiración, ya que a causa de la ansiedad el ritmo respiratorio suele acelerarse y puede derivar en hiperventilación, lo que produce un conjunto de cambios químicos en la sangre debido a que se exhala más dióxido de carbono de lo normal, y esto puede provocar mareos, falta de aire, palpitaciones, hormigueos, dolor de pecho, boca y garganta seca, dificultades para tragar, temblores, sudoración... entre otros. Es fundamental recordarle al sujeto que todos esos síntomas son a causa de la ansiedad, y que no está sufriendo una dolencia real. Al inicio será complicado que controle la respiración, y por ese motivo es importante usar una voz calmada y animarle a que sincronice su respiración contigo, mediante respiraciones lentas, de 3 o 4 segundos cada respiración, aproximadamente. Si debido a su estado no puede controlar la respiración, el uso de una bolsa suele ayudar, y además, disminuye mareos.
También es fundamental que la persona no se pierda en sus pensamientos, ya que tal y como hemos mencionado anteriormente, son precisamente esto lo que está provocando el ataque. Por ello es relevante que se centre simplemente en respirar y, cuando hayan recuperado un ritmo normal, a pesar de que eso no implica que haya finalizado el ataque de ansiedad, pregúntale si necesita algo, como un vaso de agua o algo de comer.
Una vez que la persona esté estable pregúntale si quiere hablar. Tal y como hemos mencionado con anterioridad, esto no es algo universal, hay gente a quien le viene bien desahogarse y personas a las que no. En ese caso, dale su espacio. En caso de que quiera es crucial que tú guies la conversación, ya que si quien lo hace es la persona que ha padecido el ataque podría volver a envolverse en sus propios pensamientos y regresar al estado inicial.
Finalmente, cuando la persona esté más calmada es muy probable que se sienta avergonzada o sienta remordimientos. Por ello es importante dejarle claro que sus sentimientos son totalmente válidos y que no resulta una carga.
Es conveniente recordar que, si estas situaciones se dan de forma frecuente, es indispensable acudir a profesionales que puedan ayudar a gestionar estos sentimientos. En caso de no poder acudir a uno de pago, hay alternativas gratuitas o de precio reducido.
Malena Sánchez
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