La tarde del 10 de junio se conocía la terrible noticia del hallazgo del cuerpo de la pequeña Olivia, quien estaba desaparecida junto a su hermana Anna. Ambas pequeñas, de 6 y 1 año de vida, fueron secuestradas por su padre quien advitió a la madre que nunca las volvería a ver. Tras muchas investigaciones y labores de búsqueda, la Guardia Civil ha hallado la tarde de jueves el cuerpo de una de las niñas en una bolsa atada a un ancla en el puerto de Güimar.
Claro, simple y sencillo, un único propósito: hacer el mayor daño posible con esas muertes a la madre de las niñas. Arrebatarles en vida lo que más quiere en este mundo.
Es imposible concebir que exista este tipo de violencia que llega a puntos inimagibles. Es imposible dar una explicación e intentar entender cómo el odio y las ganas de hacer daño terminen desencadenando en tales niveles de crueldad.
Por el momento, solo el cuerpo de Olivia ha sido encontrado, pero ambas son, víctimas del control, de la posesión, de la sed de venganza, del poder que cree tener haciendo daño a otro ser humano. Ese ser humano que es madre y que ahora tiene que lidiar con la perdida de sus dos mayores tesoros.
En la mayoría de nuestras mentes no se concibe que esto pueda ocurrir, como un padre pueda deshacerse de sus niñas sin ningún tipo de remordimiento solo por el afán de hacer daño a su madre. El daño que se le quiere hacer a esta mujer es mayor que el amor o compasión por sus propias hijas. Dentro de esto entra, además, la manera cruel y mezquina con la que Tomás Gimeno ha decido que el fin de la vida de las niñas ya había llegado. No hay cabida en este planeta para seres sin corazón que conforman el verdadero virus de este mundo, personas para las que la vida humana no vale nada.
¿Y ahora qué? , ¿cómo se hace justicia? ¿Quién reparara el dolor y el sufrimiento de una madre que durante 44 días ha confiado y se ha aferrado a la idea de que todo era un teatro?
Escalofrío, impotencia y tristeza, esas son las únicas palabras que pueden salir de la boca de uno ahora mismo. Esto no es cuestión de creencias o ideologías… esto es cuestión de humanidad y de saber lo que es amar y respetar la vida de los seres humanos.
Ojalá las palabras pudieran quitar el sufrimiento, no existe forma de hacer desaparecer el dolor de esa madre pero Beatriz, no estás sola. Igual que no lo están las familias que han perdido a sus hijos de formas tan crueles e insólitas. Esas niñas conocieron lo que es el amor gracias a ti Beatriz y siempre, desde donde estén, te protegerán y te agradecerán haber sido su madre.
Desde Salamanca de Cerca mandamos todo el apoyo y cariño a la madre y el resto de la familia en estos momentos tan difíciles y aplaudimos su valentía, fuerza, constancia y lucha ya que ellos, como seres humanos, han sabido valorar la vida de Olivia y Anna, tristemente víctimas de la crueldad y el odio, y que ahora habitan en el cielo.
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