Lo conocido siempre nos da tranquilidad y sosiego. Por ello nuestras estructuras mentales no corren el riesgo de tambalearse de ahí que nos queramos apoltronados en esos recuerdos, a creencias, actitudes y hábitos que como a robots, nos guían en nuestra cotidianidad.
No nos importa que nos tengan aprisionados en la rueda de hámster, o en “el día de la marmota”, lo significativo de este asunto es que no nos deje pensar y cuestionarnos lo que anhela realmente nuestra alma.
Soltar las cadenas, ese halo de esclavitud que nos rodea es tarea compleja; en ello se aplica nuestra mente, nuestro Ego que se aferra para no soltarlas y se disfraza de diferentes personajes para sabotear nuestra libertad: aparece el personaje vestido de responsabilidad, del qué dirán, de la seguridad, de la victima...haciéndonos ver cuán locos estaríamos si hiciéramos determinadas cosas.
Seguimos pues atrapados en nuestras estructuras mentales sin hacer nada por transformar lo que nos coarta, resignados, en lugar de hacer una introspección de nuestra situación y buscar nuevos senderos.
Así continuamos aferrados al cajón del pasado del que vamos sacando todo tipo de recuerdos ya sean “malos” o “ buenos” para justificar nuestra insulsa decadencia.
No hace falta hacer grandes proezas, lo sustancial está en las pequeñas cosas: plantearnos retos distintos, tener una mirada abierta que permita que cada paso nos sorprenda y nos llene de ilusión por ver qué cosas nuevas nos trae la vida.
En definitiva, un pensamiento divergente que nos ayude a buscar soluciones a nuestros problemas ya que las cosas no son blancas o negras sino que existe un amplio arcoíris de bellos colores.
Heráclito lo exponía con claridad: “Todo fluye, somos y no somos”, es decir, estamos en continuo cambio.
Si lo deseamos podemos transformar nuestro gusano en una mariposa de brillantes alas, que nos permita alzar el vuelo para encontrar nuestra verdadera esencia.
Ana Mª Vidal Rivera
Maestra Rural
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