En España el aumento de la tasa de contagio entre los más jóvenes preocupa a las autoridades. Sin embargo, la presión hospitalaria y el número de fallecidos apenas nota la diferencia. Los jóvenes pasan la enfermedad de manera asintomática o con síntomas leves y aislados en sus casas. Son pocos los casos en los que es necesario recurrir a la hospitalización y mucho menores en los que se produce la muerte.
Sin embargo, los peligros de la enfermedad no solo residen en la muerte, sino en las secuelas que esta puede generar. Para finales de 2020 la OMS ya incluía en sus estudios al llamado COVID-19 persistente, una alteración en la salud que puede afectar a quienes hayan pasado la enfermedad sin importar su franja de edad. En la actualidad, el Ministerio de Sanidad de España ya ha advertido de la existencia de este síndrome.
Pero ¿Qué es el COVID Persistente?
Según fuentes oficiales, es un síndrome que se caracteriza por la persistencia de los síntomas del COVID-19 semanas o meses después de la infección inicial. La aparición de la sintomatología se puede dar incluso tras un tiempo de aparente mejoría. El síndrome no tiene que estar relacionada con la gravedad de la infección inicial. Por ende, puede afectar tanto a las personas que hayan sido hospitalizadas como aquellas que pasaron la enfermedad de manera leve o incluso asintomática.
¿Quiénes son los más vulnerables?
El síndrome de COVID persistente puede atacar a todas las edades. No obstante, las mujeres de edad media tienden a ser las más vulnerables. La edad promedio de las personas más afectadas es de 43 años. Para marzo de este mismo año Sanidad aproximaba que 1 de cada 5 personas presentaba algún síntoma después de cinco semanas de superada la enfermedad. Mientras que, 1 de cada 10 seguían presentando alguna dolencia después de las 12 semanas de la infección.
Por su parte, la Sociedad Española de Epidemiología señala que el COVID persistente puede afectar a entre un 10% y un 20% de las personas que han pasado la enfermedad. Estudios realizados en Reino Unido establecen que en el país un millón de personas tenía síntomas persistentes por más de cuatro semanas, 869.000 continuaban con dolencias al menos durante 12 semanas y 376.000 personas de las encuestadas llevaban alrededor de un año con la sintomatología todavía vigente.
Por otro lado, una encuesta realizada por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia en conjunto con la organización Long Covid Acts señalaba que 1834 pacientes de los 2000 consultados sufrían algún tipo de síntoma después de la enfermedad. Mientras que un estudio publicado por la revista noruega Nature Medicine señala que un 50 por ciento de los jóvenes menores de 30 años tienden a presentar síntomas de la enfermedad hasta seis meses desde la infección inicial.
¿Cuáles son los riesgos del COVID persistente?
Si bien el COVID persistente no contempla riesgos de muerte o de agravarse con el tiempo (al menos de momento) tiene un alto impacto en la calidad de vida de las personas. Algunos de los síntomas enunciados por las victimas van desde el cansancio, malestar general y dolores musculares a cambios en la tensión arterial y sensación de asfixia. Muchas personas manifiestan no poder volver a realizar su rutina diaria como antes.
En los más jóvenes las consecuencias anímicas pueden ser muy profundas. La falta de información y el hecho de que muchos niños y adolescentes han pasado la enfermedad de manera asintomática hace difícil cuantificar el alcance del problema. Sin embargo, en Cataluña el Hospital Germans Trias i Pujol ha decidido liderar una unidad pediátrica especialidad en el tema.
En este sentido los especialistas del centro aseguran que los niños pueden enfrentar síntomas constantes como dolores de cabeza, abdominales, dificultad para concentrarse o cansancio extremo. A menudo esto puede llegar a afectar su rendimiento escolar. En los casos más graves los jóvenes manifiestan no tener energía para encarrar las actividades diarias.
La principal preocupación del personal de salud es el hecho de que los niños y adolescentes se encuentran en una etapa primordial para su desarrollo. Necesitan aprender a desenvolverse en el ámbito social y las secuelas de la enfermedad les estaría cortando esta posibilidad. De igual manera, los profesionales manifiestan que la dificultad para concentrarse y deterioro en la memoria son problemas graves para los jóvenes debido a que están en su edad estudiantil.
El café que “huele a ácido” y la fatiga constante algunas de las secuelas que manifiestan los jóvenes:
Gabriel Chacón tiene 24 años y pasó el COVID de manera leve en septiembre de 2020. El único síntoma que presentó en ese momento fue la pérdida del olfato. Sin embargo, para la fecha de hoy, 10 meses después, asegura no haberse recuperado del todo. “Tres meses después me dio una recaída. Tenía el gusto y el olfato, pero distorsionado. La comida me sabía a químico. Muchas cosas también me olían a químico. Empecé a recuperarme un mes después, pero muy lentamente”.
La parosmia (distorsión en los olores), la anosmia e hiposmia (pérdida total y/o arcial del olfato). Hiposmia y la disgeusia (perdida del gusto) son algunos de los síntomas persistentes más comunes en los más jóvenes. Sin embargo, la fatiga constante, dolencias continuadas, mareos y otros síntomas de la enfermedad también se pueden mantener en el tiempo.
María Andrea Sandia Perdomo
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