La impunidad: porque todavía es necesario hablar del caso de los rugbiers argentinos que asesinaron a Fernando Báez

Justicia para Fernando
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En enero de 2020 Argentina entera se paralizó y volteó su mirada hacia Villa Gesell. La localidad playera había sido testigo de uno de los crímenes más brutales del país. Un grupo de amigos entre 18 y 21 años se unieron para asesinar a golpes a un joven de su misma edad. El motivo parece tan banal que asusta: una altercado en un local nocturno de la zona. Los acusados están todavía a la espera de juicio. Los chicos eran en su mayoría jugadores de rugby. Por ello, los medios de comunicación del país no tardaron en apodarlos como los rugbiers. Adjetivo que todavía los acompaña.




Los jóvenes: Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Luciano Pertossi, Lucas Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz, Alejo Milanesi y Juan Pedro Guarino fueron arrestados por la policía a las pocas horas de ocurridos los hechos. De los diez amigos solo dos: Milanesi y Guarino fueron sobreseído.




El resto de los acusados se encuentran en este momento a la espera de juicio oral por el delito de homicidio agravado por alevosía y por la participación de una o más personas. El grupo de deportistas ha sido ya identificado por testigos directos. Mientras que, las grabaciones de las cámaras de seguridad y de teléfonos celulares han servido para probar la brutalidad del ataque.





Los padres de Fernando en conjunto con su novia y otros allegados lloran la muerte del joven. Telam. Fuente CÑÑ






Pero ¿Cómo ocurrieron los hechos?




Al inicio de la noche el grupo de jóvenes había tenido un altercado con Fernando dentro de la discoteca Le Brinque en Villa Gesell. Sin embargo, el asesinato no se dio en el lugar. El equipo de deportista fue expulsado del local por sus acciones violentas. A la salida esperaron durante 40 minutos a Fernando Báez para encararlo. El joven de ascendencia paraguaya ya había dejado atrás la pelea y comía despreocupado un helado cuando los rugbiers atacaron.




La estrategia estaba planeada de antemano. Eran todos contra uno. Los amigos del joven intentaron defenderlo, pero fueron inhabilitados con rapidez. Fernando perdió la vida en una calle de un pueblo marino. Mientras los jóvenes hacían burlas al respecto. Una chica que estaba por la zona asegura haber escuchado como uno de los chicos alentaba la golpiza diciendo: “dale que lo vas a matar, vos podés”. Mientras que, las cámaras de seguridad del lugar muestran como tras propiciar la golpiza que mató a Fernando los rugbiers se limpian la sangre de las manos y se van sonrientes.





Selfie de algunos de los rugbiers tras el asesinato de Fernando. Fuente: ar.marca.com






Las señales y las denuncias previas: ¿por qué nadie vio nada antes?




Tras la muerte del joven las redes se llenaron de miles de denuncias contra los perpetuadores del delito. Las mismas redes sociales de los chicos mostraban señales preocupantes. “noche sin piñas (golpes). No es noche” aseguraba uno de los acusados en internet. Sin embargo, nadie lo vio venir hasta que era muy tarde. En este aspecto, el asesinato de Fernando es solo la punta de un iceberg que debemos enfrentar como sociedad: la impunidad.




En este sentido, no era la primera vez que los jóvenes se pasaban de tragos y escogían a una víctima al azar. Durante una gran cantidad de viajes y fiestas este fue su modo de acción. Sin embargo, nunca fueron sancionados. Varios de los chicos jugaban para Club Náutico Arsenal de Zaraté. Fuentes de la localidad aseguran que el club tenía conocimientos de la conducta violenta de su jugadores. No obstante, nunca se tomaron acciones contra ellos. Nunca recibieron un castigo. El bolsillo de unos padres acomodados (algunos incluso políticos) los saco de situaciones incomodas en varias ocasiones. Al final, “eran cosas de niños”




Y esos niños siguieron creciendo y cometiendo crímenes menores. Siguieron saltándose la ley con la sensación de que eran invencibles. Se burlaron de quien quisieron, acosaron, humillaron y despreciaron a todos a su alrededor. Y al final, cometieron un asesinato. La relación puede no parecer tan clara, pero aquellos jóvenes fueron criados dentro de la burbuja de la impunidad y al final creyeron que incluso un asesinato les estaba permitido.




La situación resulta tan absurda que las primeras semanas de arresto preventivo se coló en las redes el rumor de un tratamiento VIP para los chicos. Estaban apartados, tenían aire acondicionado, comían diferente al resto de los reclusos, e incluso, llegaron a pedir una Play Station para jugar durante su estancia. Tal vez haya sido solo un bulo, pero la verdad es que el arrepentimiento brilló por su ausencia en las primeras semanas de los hechos.




Solo ahora que se ven privados de su libertad y asustados los jóvenes parecen arrepentirse, pero la noche del asesinato se felicitaron entre ellos y se fueron a dormir con los puños ensangrentados y orgullosos de lo que había logrado. De lo que habían probado. Y, sin embargo, hay quienes los defiende. Aseguran que fue un error, que no hubo alevosía, que sencillamente se pasaron de tragos.





Manifestación popular pidiendo justicia por Fernando. Fuente: diario la Nación






La impunidad: más allá que un caso particular




El problema no es de tragos, sino de respeto a la vida y límites. El problema no solo estos ocho jóvenes puestos a la orden de la fiscalía y a la espera de veredicto. El problema es la impunidad a la que nos hemos acostumbrado. Es el hecho de que a veces justificamos los delitos sexuales, el bullying y las conductas violentas. Y cuando nos estalla en la cara de una manera tan cruda no sabemos qué decir, pero mientras tanto, hemos ignorado la violencia en pequeñas escalas.




Hemos optado por perdonar a estos chicos que durante años han golpeado y humillado a todos a su alrededor. Hemos asegurado que son “cosas de chicos”. La impunidad es la peor escuela para los jóvenes porque les enseña que todo está permitido, nos destruye por dentro como sociedad. En este sentido, no quiero decir que los rugbiers no tengan la culpa, pero tal vez si en algún momento alguien los hubiera parado las cosas serían distintas. Y lo mismo pasa con la violencia sexual y el acoso. Si lo frenamos a tiempo podemos cambiar muchas cosas. Al contrario, si la dejamos pasar tendremos un problema a futuro. Y esto no es solo Argentina, en el mundo en general está repleto de una impunidad aterrante.




María Andrea Sandia Perdomo



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