Tarde de gran expectación en La Glorieta para ver a Castella, Manzanares y Tomás Rufo, sustituto del lesionado Morante de la Puebla.
La Glorieta acogió a más aficionados que en tardes anteriores, siendo notoria la ausencia del maestro de la Puebla. Una vez más, la juventud respondió ocupando casi en su totalidad andanadas y balconcillos mientras que las gradas de los tendidos de sombra se cubrían de paraguas en una tarde nublada en tiempo y emoción.
Salió el primero de García Jiménez para el diestro Sebastián Castella. Comenzó con unos lances de Verónica dejando detalles de un toreo muy personal que le llevaron, junto a unas buenas series con la muleta a los aplausos del público como única recompensa.
Un gran cuarto toro de Olga Jiménez fue el compañero perfecto para Castella, quien estuvo excelente con la capa dejando una vistosa serie de Verónicas y Chicuelinas. El francés entendió poco a poco a “Caramelo” hasta completar una buena faenan con una certera estocada, premiada con las dos orejas y la vuelta al ruedo al animal. Un toro de buena presencia que Castella comprendió a la perfección por ambos pitones.
Manzanares no se esforzó en brillar con el capote en su primero, reservando su arte para unos buenos pases al natural a un buen astado, ganándose la ovación de los aficionados y la consecución de una oreja. Peor estuvo en el quinto, sin fundamentos con el capote y discreto en la muleta el alicantino no quiso alargar la faena y estoqueó a la mitad el último de su lote rápidamente y sin emoción, privando al público de argumentos para pedir la oreja, despidiéndose entre aplausos y pitos de los salmantinos Manzanares dijo adiós a su posibilidad de salir por la puerta grande en una tarde agridulce para él.
Con la baja de Morante de la Puebla, Tomás Rufo entraba de manera más que merecida en la feria de Salamanca. El primero de Rufo no fue bien recibido por el público debido a un problema en una de sus patas traseras. Sin embargo resultó un ejemplar de buen recorrido y trasmisión, algo costoso en los últimos muletazos de cada tanda. El último de la tarde fue lidiado con entrega por el toledano que aunque intentó completar una buena faena, terminó afeándola clavando mal la espada y acompañado del primer aviso Rufo se quedó con ganas de la puerta grande.
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